En la década de los años treinta del siglo pasado, en un país caribeño que resistía, a su modo, fuertes embates políticos, sociales y económicos, emerge la voz singular de una mujer que esbozó, con gran acierto e inteligencia creadora, una de las rutas poéticas más extraordinarias que se puedan hallar en nuestro idioma. Julia de Burgos, la poeta, nos legó una obra sustanciosa y admirable que todavía resuena con fuerza. Sus famosos poemas “Río Grande de Loíza” y “A Julia de Burgos” son presencia ineludible dentro de las letras puertorriqueñas. El tono íntimo y subjetivo que se trasluce en la mayor parte de sus poemas ha sido, en muchas ocasiones, manipulado de forma muy injusta: o se conecta estrechamente con solo ciertos eventos de su vida o se despacha apresuradamente por incomprensible. Como consecuencia de ello, se ha desvirtuado en algunos casos o se ha ignorado en otros el amplio registro temático que se puede rastrear en su obra. Decimos “rastrear” con toda la intención de provocar un acto imaginativo: ver su poesía como si fuera, no una obra, sino una ruta que está ahí, aguardando a ser transitada y explorada. Los poemas más citados, estudiados y declamados son, sin duda alguna, tesoros incalculables, sin embargo, no sería justo quedarnos detenidos en el mismo lugar de siempre. El mejor homenaje que podemos hacerle es ampliar el mapa de su ruta poética y peregrinar por aquellos parajes menos o nunca visitados. De hecho, como profesoras de lengua y literatura, hemos repensado la lectura de su obra considerando una nueva dimensión: el desplazamiento. Esto nos ha permitido regresar a su poesía, cartas y ensayos rastreando en su obra todo aquello que se relaciona con el movimiento físico (ya sea por la experiencia migratoria), emocional (moviéndose hacia la liberación interna) o lingüística (al construir su propio idiolecto poético); y marcándolo por medio de recuadros titulados “Focus desplazamiento”.
El texto que aquí les ofrecemos es una versión corregida y aumentada del libro que publicamos con motivo del centenario de la poeta. Ese libro se titula Por la ruta de Julia de Burgos. Prácticas de las destrezas de la lengua. La lectura que hacemos a partir del concepto del desplazamiento nos llevó a actualizar algunas perspectivas y ejercicios de los que ahí aparecieron por primera vez. Una tercera contribuyente y autora de la sección dedicada a los ensayos, la Dra. Julia Cristina Ortiz Lugo, se encuentra disfrutando de la jubilación. Con su permiso, hemos modificado y ampliado muchos de los ejercicios que creó para el libro original.
Como verán, hemos dividido el libro en tres rutas, cada una de ellas dedicada a un género distinto: la poesía, las cartas y los ensayos. A continuación contextualizamos cada género que trabajó nuestra poeta.
Primera ruta: los poemas
Los primeros poemas que se pueden rastrear de Julia de Burgos son los que escribió para el programa de radio la Escuela del Aire, auspiciado por lo que se conocía, entonces, como el Departamento de Instrucción Pública. Esos poemas aparecen insertados en los guiones que la poeta escribió para el referido programa. Estamos haciendo alusión, más o menos, a la fecha del 1936. Sabemos, por diversas fuentes que han registrado su biografía, que en el 1937 publicó un libro que tituló Poemas exactos a mí misma, del cual, hasta la fecha, no se sabe nada. Si contamos ese poemario desaparecido como el primero, podemos considerar que Poema en veinte surcos de 1938 fue el segundo. Ahí aparecen sus más famosos: “A Julia de Burgos”, “Río Grande de Loíza” y “Yo misma fui mi ruta”. Al año siguiente, publicó Canción de la verdad sencilla, libro que fue muy elogiado y que, de hecho, fue premiado por el Instituto de Literatura Puertorriqueña de entonces. Su último libro de poemas, El mar y tú, concebido entre Cuba y la Ciudad de Nueva York, fue publicado póstumamente en 1954. Como bien sugiere el título, el mar es una imagen protagónica que la voz poética maneja para explorar temas tan universales como el amor, la muerte y la soledad. Quizás la mejor característica de su poesía es que se resiste a ser encasillada en tal o cual estilo literario. Es decir, no es tan fácil catalogarla de manera absoluta como neorromántica o vanguardista. Y eso de por sí es su mejor firma. Su poesía fue como el mar mismo: amplia, libre, impredecible, incontenible y dejando tras de sí un perenne entramado de estelas.
Julia de Burgos fue una poeta que, si bien no vivió obsesionada por la perfección de las formas métricas, construyó sus poemas con una coherencia artística admirable que le permitió articular y comunicar con acierto y claridad sus mensajes. Aun en los poemas que podríamos leer como piezas “surrealistas”, pues no coinciden con las formas lógicas de nuestro pensamiento, la voz poética logra un manejo magistral de las imágenes y el lenguaje figurado, de tal manera que ningún poema resulta hermético o fallido en su intento por comunicar prístinamente un mensaje en particular. Esto no fue obra del azar. Por el contrario, fue el producto artístico de una persona que asumía con mucha responsabilidad el ejercicio de comunicarse efectivamente con los demás o, como mejor lo expresó en sus versos: de dar al mundo su yo. Escuchar, hablar, leer y escribir fueron destrezas que Julia de Burgos manejó con un dominio que hoy, a muchos años de sus primeros poemas, todavía causan admiración. Se escuchó a sí misma y escuchó a los suyos, y tanto y tan bien escuchó que, incluso, les prestó su oído a miles y miles de seres humanos aterrados por las guerras del momento. También habló en verso y lo hizo con tremenda conciencia y respeto por los otros. Sin duda alguna que leyó a los clásicos occidentales, los libros de sus contemporáneos (puertorriqueños, españoles, hispanoamericanos y estadounidenses) pero, más que todo, supo “leer” de una manera muy aguda y crítica las circunstancias de las sociedades en las que le tocó vivir. Leyó de modo tan efectivo que supo hacer de la escritura poética un proceso que destila organización, coherencia y la subjetividad de un yo auténtico, comprometido y responsable frente al que lee o escucha. Todo lo anterior no son sino modelos que te proponemos como rutas a seguir para practicar las destrezas de hablar, escuchar, leer y escribir en tu lengua materno o tu segunda lengua, el español.
Segunda ruta: los artículos
Seguir a Julia de Burgos en su trabajo periodístico es descubrir una faceta menos conocida de su vida y de su producción. Resulta fascinante imaginar el camino que Julia trazó desde su desempeño como periodista cultural. Es un lujo para el público lector del siglo XXI mirar no solo la vida cultural de Nueva York en las primeras décadas del siglo XX, sino la actividad cultural a la que tenía acceso la diáspora latinoamericana en sus comunidades. Porque tanto el caminar de Julia en Pueblos Hispanos, como su voz y las introspecciones que compartió con su público están enmarcados en tres narrativas claramente muy delimitadas: la de la hermandad latinoamericana y el concepto bolivariano de la Patria Grande; la libertad para la Patria Chica; y la educación y la cultura como medios de fraternidad y reivindicación social. Para nuestra mirada de caribeños del siglo XXI se hace evidente que esos temas nos tocan muy de cerca y que, con el transcurrir del tiempo, la lectura que hace Julia de Burgos de su entorno y realidad histórica nos permite construir nexos extremadamente pertinentes y reflexiones de suma actualidad, tanto para Puerto Rico, como para nuestra América hispana.
Debemos el placer de conocer la escritura periodística de Julia de Burgos al Ateneo Puertorriqueño y a Juan Antonio Rodríguez Pagán, quienes en 1992, y con motivo de la publicación de los Cuadernos del Congreso Internacional Julia de Burgos, sacaron a la luz su trabajo en Pueblos Hispanos. Este sería el espacio en donde Julia de Burgos acometería una tarea patriótica que parte de la combatividad de la palabra escrita. La revista que Juan Antonio Corretjer inicia en nueva York y que “circula […] del 13 de febrero de 1943 al 7 de octubre de 1944” (Julia de Burgos… periodista en Nueva York, p. 3) acogió al poeta puertorriqueño Clemente Soto Vélez, al caricaturista y pintor, Esteban Soriano, y fue administrada por Consuelo Lee Tapia. Varios importantes compatriotas e intelectuales como Marigloria Palma, Carmen Alicia Cadilla y Narciso Figueroa formaron parte de su plantilla de colaboradores. La revista circuló estrechamente vigilada por la CIA y el FBI por “sus claras tendencias comunistas” (p. 3). Naturalmente que Julia de Burgos, así como todo el equipo editorial, vivieron de cerca la estigmatización de tal vigilancia. Sin embargo, la participación de la poeta fue clara, directa, valiente y comprometida a través de sus variados textos. Fungió como “reportera, cronista y entrevistadora” (p 4). Juan Antonio Rodríguez los pormenoriza así: “8 poemas, 7 ensayos, 6 reseñas, 7 entrevistas y un relato que podría clasificarse como cuento” (p. 4). Entre el 8 de junio y el 2 de septiembre de 1944 ejerció como directora de la sección Cultura.
Podría resultarnos poco usual introducir los escritos periodísticos de Julia de Burgos en un libro para practicar destrezas lingüísticas en español. La celebración de su centenario nos fue propicio para entablar una conversación, no solo sobre las ideas, preocupaciones, reflexiones e interpretaciones de Julia de Burgos, sino un estudio, que bien podría ser una lección magistral, del oficio de escribir que caracterizó la obra de esta puertorriqueña en su función como periodista. Así, los eventos que cubrió en Nueva York, nos dan pie para, imaginativamente, hacer actualizaciones de una variedad de temas que van desde una visita a un museo hasta el sentimiento de un niño que se angustia por su pueblo esclavo.
Tercera ruta: las cartas
Contrariamente a lo que sucede en los poemas, en las que su autora muestra deliberadamente su propia subjetividad, en las cartas, que no están escritas para ser publicadas, la intimidad que trasluce entre líneas es, tal vez, mucho más genuina. Los textos que aquí presentamos, y que fueron escritos por Julia de Burgos a su hermana Consuelo, nos muestran, de hecho, una faceta de ella muy peculiar: una Julia sensible, una Julia inteligente, una Julia con esperanzas y una Julia concreta.
En realidad, no podemos hablar de una correspondencia completa porque no tenemos las respuestas de su destinataria, así como no tenemos el resto de la correspondencia que la autora mantuvo a lo largo de su vida con varias y variadas personas. Los textos que aquí trabajamos son algunos de los fragmentos recopilados en la edición de Yvette Jiménez de Báez, Julia de Burgos, vida y poesía[1]. Es cierto que Julia de Burgos no escribió sus cartas para ser publicadas, pero, al redactarlas, seguramente tuvo que saber que este peculiar género de escritura supone un pacto: una carta nunca es propia, ni de su autor, ni de la persona para la que surgió. La circulación, inherente a este tipo de texto, indica que no hay posesión, que la correspondencia tiene un destino propio y un poder independiente de su remitente y de su destinatario. Además la carta, en tanto que escritura, puede prevalecer más allá de la muerte de sus interlocutores y es por esto por lo que, en cierta manera, los lectores y fieles de Julia de Burgos nos sentimos como los depositarios de esta correspondencia.
Con sus cartas, nos ayuda igualmente a adentrarnos en el género epistolar, un género que forma parte de nuestra vida cotidiana, si bien en la forma “actualizada” de los correos electrónicos. Tratándose de cartas escritas por una poeta, la tarea de comprensión escrita se vuelve mucho más interesante y nos impulsa a una forma de producción escrita creativa; mientras que el carácter de oralidad de los correos, reproducciones de diálogos a distancia espacio-temporal, nos ayuda en las destrezas orales. Una última observación, que mucho tiene que ver con la magia de los idiomas: en la lengua inglesa existe la expresión “cartas muertas” para designar aquellas cartas que no logran alcanzar su destinatario porque este es inexistente o ya no existe; mientras que en francés encontramos la bella expresión en souffrance (‘en sufrimiento’) para denominar la correspondencia que nunca se recogió, por lo cual estas cartas sufren ya desde su deseo de destino. No creemos que haya nadie que quiera que las cartas de Julia “sufran” o “mueran” por no encontrar nuevos destinatarios, así que las acogemos como el mejor regalo que ella pudiera habernos hecho. Son nuestras, son de todos.
Aunque en la ruta de estas palabras liminares hemos comenzado por la poesía, continuado con los artículos y concluido con las cartas, el material que a continuación verás ha sido organizado a la inversa. Comenzamos con las cartas, continuamos con los artículos y concluimos con la poesía. Lo decidimos así porque uno de nuestros objetivos principales era compartir con el estudiantado otras vertientes escriturales de nuestra poeta. Hay lugares que, a veces, nos ofrecen más de una ruta para llegar. La obra de Julia de Burgos es, por todo lo que representa, un lugar que se visita y revisita con mucha frecuencia, pero casi siempre tomando la misma ruta. Nuestra intención primaria ha sido dejar muy claro que su obra es un espacio muy amplio que invita a tomar nuevas rutas y, como verás a continuación, la ruta que tomamos tiene mucho de eso que aquí en Puerto Rico se conoce como la Panorámica. Las rutas panorámicas que transitan por el corazón de nuestro país son más que paisajes de rotunda belleza. Son también rutas donde los caminos confluyen, las historias convergen y las miradas se deleitan sin las prisas habituales. Esa es la ruta propuesta en estas páginas.
Con este libro, en un salón convertido en taller, practicamos la lectura, la escritura, el habla y la escucha. Las actividades de producción oral y escrita tienden a provocar la generación de discurso propio, mediante la práctica de la planificación, la investigación, la identificación de modelos, el análisis y la toma de posiciones. De igual forma, las que se dedican a la comprensión oral y escrita se proponen estimular las estrategias de los lectores y escuchas competentes. Así pretendemos alertar sobre factores que fortalecen nuestra capacidad para comprender, tales como la anticipación, el manejo contextual del vocabulario, las inferencias, el rastreo de las repeticiones, la creación de mapas conceptuales y la exploración de la subjetividad.
Se ha organizado en tres partes, una para cada ruta que hemos propuesto. Dentro de cada parte, hemos incluido cuatro temas, uno para cada tipo de destreza de la lengua: escuchar (comprensión oral), hablar (producción oral), leer (comprensión escrita) y escribir (producción escrita). El orden propuesto no es casual, ya que pasamos de la oralidad (forma primigenia de comunicación) a la escritura (forma madura de comunicación), y de la comprensión (competencia pasiva) a la producción (competencia activa).
- Te aconsejamos que consultes el libro Cartas a Consuelo editado por Eugenio Ballou. La introducción, escrita por Lena Burgos, es indispensable para acercarse al epistolario de la poeta. ↵