11 Comprensión escrita (Leer)

Objetivos

  • Planificar el proceso de comprender el texto poético así como determinar el propósito y objetivos de la lectura.
  • Anticipar, a partir del título, el tema del poema y precisarlo a medida que se avanza por las estrofas.
  • Identificar a quién habla (voz poética), qué dice (tema) y cómo lo dice (figuras retóricas).
  • Identificar la redundancia de una imagen y utilizarla para interpretar el poema.
  • Identificar las figuras retóricas clave, su interpretación y posibles razones de uso.
  • Relacionar el uso de determinadas figuras retóricas con el tema principal del poema.
  • Reconocer la intención de la voz poética y su mensaje.
  • Reconocer el posicionamiento de la voz poética frente a determinado tema y, por tanto, identificar su tono.

Introducción

Comentábamos anteriormente que, aunque la poesía en todas las culturas antiguas se concibió como un ejercicio de expresión oral, con la invención de la escritura esta pasó al espacio más rígido y permanente de la palabra escrita. Esto implicó una ventaja enorme para la humanidad pues, desde entonces, la poesía se ha convertido en una expresión artística que pasa a través del tiempo como una valiosa herencia. El salto de la oralidad a la escritura del poema también nos dejó otros beneficios: con el poema escrito gozamos de la estupenda oportunidad de hacer tantas lecturas como queramos; además de poder pasarlo de generación en generación, de lengua a lengua, de país a país. No obstante, si bien resulta maravilloso contar con un poema que, por ejemplo, se escribió en el siglo XVII, por otro lado, se presentan unas dificultades que tienen que ver mayormente con la recepción y comprensión de este. Un poema escrito en 1650 habrá sido fácilmente interpretado por las personas que vivieron cercanas a la fecha de composición. Hoy día, el mismo poema nos daría bastante trabajo para entenderlo completamente pues no contamos con los mismos referentes que quienes lo leyeron alrededor de su fecha original. Y el problema no es solo de comprensión, desgraciadamente, también sería de recepción. Es decir de cómo lo recibimos. Piensa en lo siguiente. Cuando te hacen un obsequio, de ti se esperan dos cosas: recibir o no el regalo y transmitir lo que sientes en caso de que lo recibas. Pues bien, con un poema que se escribió hace mucho tiempo con la intención de que fuera un regalo para la posteridad, habría también que asumir la misma posición: si lo recibes, ¿qué sientes y cómo lo vas a expresar? Eso es la recepción y va íntimamente ligada al proceso de comprensión. Hay regalos que son maravillosos porque nos hacen mucho bien. Vale la pena, entonces, aprender a recibirlos. Afortunadamente, vivimos en un presente que nos permite leer un poema-regalo todas las veces posibles o, mejor todavía, nos permite abrir poco a poco la envoltura hasta llegar a la sorpresa de este. El arte de abrir esa envoltura es lo que quisiéramos compartir contigo a través de los ejercicios que siguen a continuación.

El primer poema con el que vamos a trabajar este tema es uno de sus más famosos: “Yo misma fui mi ruta”.

Yo misma fui mi ruta

Este es, quizás, el poema de Julia de Burgos donde mejor se observa el desplazamiento interno. El tema de la ruta es central en su obra y aquí podemos observar cómo esa ruta o ese desplazarse por el tiempo y el espacio es central para su liberación como persona. De vivir atada a lo que la sociedad esperaba de ella, decide que la ruta que tomará es la que corresponde a sus anhelos y voluntad.

Yo quise ser como los hombres quisieron que yo fuese:
un intento de vida;
un juego al escondite con mi ser.
Pero yo estaba hecha de presentes,
y mis pies planos sobre la tierra promisora
no resistían caminar hacia atrás,
y seguían adelante, adelante,
burlando las cenizas para alcanzar el beso
de los senderos nuevos.

A cada paso adelantado en mi ruta hacia el frente
rasgaba mis espaldas el aleteo desesperado
de los troncos viejos.

Pero la rama estaba desprendida para siempre,
y a cada nuevo azote la mirada mía
se separaba más y más y más de los lejanos
horizontes aprendidos:
y mi rostro iba tomando la expresión que le venía de adentro,
la expresión definida que asomaba un sentimiento
de liberación íntima;
un sentimiento que surgía
del equilibrio sostenido entre mi vida
y la verdad del beso de los senderos nuevos.

Ya definido mi rumbo en el presente,
me sentí brote de todos los suelos de la tierra,
de los suelos sin historia,
de los suelos sin porvenir,
del suelo siempre suelo sin orillas
de todos los hombres y de todas las épocas.

Y fui toda en mí como fue en mí la vida…

Yo quise ser como los hombres quisieron que yo fuese:
un intento de vida;
un juego al escondite con mi ser.
Pero yo estaba hecha de presentes;
cuando ya los heraldos me anunciaban
en el regio desfile de los troncos viejos,
se me torció el deseo de seguir a los hombres,
y el homenaje se quedó esperándome.

Actividad 1: Inferir qué hay dentro de la envoltura

Usualmente, les otorgamos a los títulos menos atención de la que realmente merecen. Estos, aunque parezcan simples, son la primera pista que tenemos para acercarnos a un texto poético. En ellos puede encontrarse el tema, el mensaje o el tono del poema que estemos leyendo. El título que ahora nos ocupa es “Yo misma fui mi ruta”. Léelo un par de veces, repítelo en voz alta, también un par de veces. Ahora, detente a pensar en lo siguiente:

  • Nota, en primer lugar, que la poeta le añadió al pronombre “Yo” el adjetivo “misma”. ¿no te parece redundante? ¿no pudo haber escrito solamente “Yo fui mi ruta”? ¿Qué razón tendría para añadir “misma”?
  • Observa, en segundo lugar, la lógica del título. Cuando hablamos de una “ruta”, con frecuencia pensamos en un camino o una dirección a seguir. Tanto si pensamos en un camino como en una dirección, es muy posible que nos lleguen a la mente imágenes que tienen que ver con viajes y lo relacionado con ellos: medios de transporte, carreteras, mapas, etc. Entonces, cuando la poeta escribió que ella fue su ruta, ¿qué implicaría? ¿Ella fue su propio camino, su propio mapa, su propio…? Completa con todas las palabras similares que te vengan a la mente.
  • Por último, antes de comenzar a leer el poema, nos gustaría que te fijaras en las estrofas como si fueran formas, y no palabras, que se leen. Por ejemplo, hay renglones cortos y largos. Entre unos y otros hay pausas establecidas con diferentes signos ortográficos: puntos, dos puntos, puntos suspensivos, puntos y comas. Siendo así, ¿qué relación pudiera haber entre esas formas (si quieres, usa esta visualización: caminos largos y caminos cortos) y el título?

Actividad 2: ¡A leer el poema!

Tomando en cuenta todo lo que has descubierto con tan solo el título, lee el poema silenciosamente una vez. Marca todo aquello que te parece interesante o excepcional. Recuerda que la poesía, como decíamos al principio, es un ejercicio inicialmente oral. Los poetas conciben sus poemas sabiendo que serán leídos en voz alta o declamados. Por tanto, ahora te invitamos a que lo leas por segunda vez, pero en esta segunda ocasión lo harás en voz alta siguiendo las pautas que aprendiste en el capítulo anterior. Sería más interesante y divertido si lo leyeras alternadamente con alguien de tu clase.

Si con la lectura del título ya intuías de qué se trataba el poema, con la primera lectura del texto completo (la silenciosa), muy probablemente empezaste a confirmar tus sospechas. Con la segunda lectura (en voz alta), seguramente ya te dijiste: “Este poema trata de____ (completa la frase).

Sin embargo, tal vez te quedaste pensando: “Entendí a qué ruta se refiere pero hay algunas cosas que no me cuadran, como por ejemplo: ____”. Haz una lista de preguntas sobre lo que no entendiste.

Puedes usar el espacio a continuación para contestar las preguntas anteriores.

En el próximo paso, te vamos a proponer unas estrategias de comprensión que te ayudarán a fijarte en los detalles que son necesarios para interpretar un poema. Recuerda que es un regalo de la poeta y ahora valdría la pena fijarse en la belleza del envoltorio.

Actividad 3: Lo que hace que la poesía sea un regalo especial

Leer poesía puede convertirse en una práctica placentera cuando se sabe apreciar no solo el contenido sino los elementos formales por medio de los cuales se nos comunica ese contenido. La métrica y los juegos de palabras que llamamos lenguaje figurado son parte de esos elementos formales. Ahora bien, eso no quiere decir que en otras composiciones escritas no se utilice, por ejemplo, el lenguaje figurado. Lo que hace a la poesía diferente es que por medio de ese lenguaje se puede construir una realidad sorprendentemente condensada. Lo que leemos es una porción de todo lo que se quiere comunicar. Como no se puede comunicar la plenitud de lo deseado, se utilizan estos juegos de palabras que, además, sirven para provocar ciertas emociones y reflexiones que enriquecen lo que se nos quiere comunicar. Piensa en una película biográfica. Esa película podrá durar poco más de tres horas pero no toda la vida que se intenta plasmar en ella. Lo que vemos en pantalla es la condensación de una vida entera. Un poema, si lo vemos de esa forma, es algo similar.

Si, como dijimos anteriormente, los poetas trasladan realidades amplias y discursos largos a unidades compactas, eso podría implicar que tú, al leer, llevarás a cabo un proceso a la inversa. Vas a partir de lo sintetizado para llegar a lo amplio. Antes de comenzar este proceso de comprensión lectora es preciso que aceptes un detalle: no hay una interpretación única y perfecta para cada poema. Lo que logremos sacar de un texto dependerá de los referentes culturales, históricos o generacionales así como del nivel de conocimiento literario que tengamos. La buena noticia es que también dependerá en gran escala de algo que todos los seres humanos tenemos: imaginación. ¡Leer poesía no es asunto exclusivo de académicos!

En el paso anterior, llegaste a plantear el tema del poema. Ahora vamos a observar cómo la poeta maneja el lenguaje figurado para comunicarnos dicho tema. Nos vamos a concentrar en estas cuatro:

  • metáfora
  • anáfora
  • reticencia
  • quiasmo

Notarás, al final de los ejercicios, cómo el uso de las cuatro apunta hacia el tema principal del poema. Comencemos con la metáfora.

Metáfora

Una metáfora es un juego de palabras que inventamos para nombrar una realidad que se nos parece a otra. Por ejemplo, en la frase “Mi día fue un maratón” hay dos realidades: día y maratón. ¿Qué pueden tener en común un día y un maratón? En un maratón hay que correr cierta distancia sin detenerse hasta llegar a la meta y en un día ajetreado tienes que cumplir con muchas tareas sin detenerte hasta llegar a la noche. ¿Por qué decimos “Mi día fue un maratón” y no “Mi día fue ajetreado”? Porque cuando sustituimos la palabra ajetreado por maratón estamos explicando nuestra realidad para que nos comprendan mejor. Ajetreado da la impresión de que tuviste momentos de mucha ocupación; maratón, en cambio, acentúa el hecho de que los momentos de mucha ocupación parecían no tener fin.

Este poema de Julia de Burgos se construye a partir de una gran diferencia: lo que ella quiso ser y lo que los hombres (puede entenderse como “la sociedad”) querían que ella fuese. Si continuamos considerando la palabra “ruta” del título, podríamos decir que el poema se bifurca en dos direcciones: adonde ella quería ir (adelante) y adonde los demás querían que ella fuera (hacia atrás). Esas diferencias no se nos plantean literalmente sino por medio de metáforas. Haz una lista de ellas. Puedes usar una tabla como esta para organizar la información.

Hacia atrás Adelante
 

intento de vida

 

hecha de presentes

 

Ahora, pasemos a la anáfora.

 

Anáfora

Una anáfora es la repetición de la misma palabra o las mismas palabras al principio de cada verso. La anáfora no es exclusiva de la poesía. Toda vez que se repitan las mismas palabas al inicio de un enunciado oral o escrito, estamos haciendo uso de la anáfora. Piensa, por ejemplo, en una conversación en la que estás contando algo muy sorprendente que te ocurrió. Con el propósito de ser enfático, repites las mismas palabras al inicio de cada enunciado. Por ejemplo: “Fue increíble. Parecía un meteorito pero después me pareció la luz de un avión. Fue increíble. Le dije a mis vecinos que corrieran a verlo y se quedaron mudos. Te digo que fue increíble.”

Recordarás que cuando te detuviste a examinar el título, te fijaste con atención en el adjetivo “misma” pues este, como te diste cuenta, enfatiza el hecho de que ella, y no otra persona, fue su propia ruta. Pues bien, siguiendo esa idea, observa ahora otra figura retórica que igualmente sugiere un énfasis: la anáfora. Ubícala en el poema y utiliza el esquema a continuación para analizarla.

 

 

Una conexión fascinante

Busca en la Internet la pintura de Frida Kahlo titulada “Raíces” y piensa si, de alguna manera, se conecta con la lectura que hiciste de esta anáfora. A propósito de Frida Kahlo y Julia de Burgos, en el Congreso Internacional Julia de Burgos celebrado en el 1992, el académico Efraín Barradas ofreció una ponencia que sigue resultando fascinante hoy día. Se tituló “Un encuentro (nada) fortuito de Julia de Burgos y Frida Kahlo”. La invitación a imaginarnos un encuentro entre estas dos mujeres “desplazadas” a un mismo lugar y en una misma época no caduca. Te invitamos a que localices el artículo y lo leas para apoyar la comparación entre “Raíces” y “Yo misma fui mi ruta”.

 

En tercer lugar, examinemos la reticencia. En el primer paso, te pedimos que te fijaras en la estrofa más corta del poema, que consta de un solo verso y termina con una reticencia.

 

Reticencia

Una reticencia ocurre cuando se comienza a decir algo y se deja sin terminar por una razón determinada; una de las cuales es la suposición de que el interlocutor puede concluir el pensamiento de la otra persona. Ese espacio vacío se llama reticencia y se expresa con tres puntos suspensivos. Parecería que es un asunto simple y lo es si te dejas llevar por los puntos suspensivos.  Sin embargo, precisamente en ese espacio vacío es que los lectores nos aprovechamos para darle continuidad al texto como si fuera nuestro. Es, digamos, que un permiso que nos da la poeta para que continuemos escribiendo por ella.

 

Lo que podría seguir a esos tres puntos suspensivos, ¿podría relacionarse con la ruta que la poeta decidió tomar? ¿Por qué?

 

Además de presentar una reticencia, la poeta establece un juego de direcciones que, si empujamos un poco la imaginación, puede ser muy sugerente.

 

Quiasmo

Un quiasmo, de manera simplificada, es un re-ordenamiento de forma entrecruzada de las mismas palabras pertenecientes a uno o más versos. Por ejemplo, en su famoso “Río Grande de Loíza”, en los últimos dos versos de la cuarta estrofa, la poeta repite las palabras poema y río pero en orden inverso: “…y mi niñez fue toda un poema en el río, /y un río en el poema de mis primeros sueños.” Si en la segunda parte, en vez de usar la palabra poema hubiera utilizado palabras que denominaran lo mismo como canción, verso o composición, también habría compuesto un quiasmo. Este juego de palabra es fascinante y un poco más complejo de lo que aquí tratamos. Lo traemos a colación porque es muy común su uso, aunque no le prestemos la atención debida. Su mayor virtud es que nos permite darles la vuelta a los pensamientos y entenderlos mejor.

Vamos por pasos para observar en qué consiste. El verso es:

A

Y fui toda en mí

B

como fue en mí la vida…

La poeta establece una comparación directa entre la parte A y la parte B; por tanto, podemos considerar que “toda” y “vida” son similares en tanto son imágenes que hacen referencia a un absoluto. Sin embargo, si te fijas bien, ocurre un cambio en el orden de los elementos como se disponen en A y B. Sería algo así:

Desde el inicio, estás leyendo sobre una ruta, ¡y ahora te das cuenta de que una de las figuras retóricas indica un cruce en la dirección! ¿No te parece fenomenal la conexión? Arriésgate a ir un poco más allá y ahora haz lo siguiente: vuelve a leer solo la primera y la última estrofas. Pese a que comienzan con los mismos versos, son diferentes. Fíjate en los versos que son diferentes. La frase “se me torció”, ¿explica esa diferencia? ¿Guarda alguna relación con el quiasmo?

Como habrás observado a través de estas estrategias, las figuras retóricas no son expresiones mecánicas o puramente estéticas para construir un poema. Son juegos que, aunque nuestra lectura sobre ellos no coincida con la intención original de la poeta, nos trazan la ruta hacia una interpretación rica en matices. Desentrañar estos juegos agudiza nuestra imaginación, tan necesaria para leer y comprender poesía. Y, quizás lo más importante, este ejercicio puede ayudarnos a convertirnos en lectores capaces de conectar lo leído con nuestras propias vidas. La poesía es siempre una experiencia compartida.

Actividad 4: Tema, tono y mensaje

Antes de captar el mensaje en un poema, hay un elemento fundamental que se debe identificar: el tema. Ya sea en prosa o en verso, eso que denominamos tema no es otra cosa que el eje que articula y le da cohesión a un texto. Si queremos identificar el tema central de un poema basta con preguntarnos si el mismo contiene la intención principal de la voz poética.

 

 

Después de completar la selección anterior, ya puedes aventurarte a determinar cuál es la intención poética y, por tanto, el tema del poema. Utiliza el esquema siguiente para organizar tus ideas al respecto.

 

 

La poesía, como ejercicio artístico, no puede carecer de emociones. La voz poética que articula un tema a lo largo de su texto expresa ciertas emociones que definen su posicionamiento frente a dicho tema. A ese posicionamiento a través de las emociones le llamamos tono.  Aprovecha esta oportunidad para tener un intercambio de ideas con tus pares. Quizás puedan hacer la selección en conjunto.

 

 

Culminamos esta parte con el mensaje. No obstante, si fuéramos a considerar lo que el poeta catalán Joan Ferraté define como el mensaje en la poesía, habríamos tenido que comenzar por el final. Para Ferraté, en un acto real de comunicación, el mensaje es condicionado por el asunto, el hablante y el oyente. En la poesía, sin embargo, la naturaleza del mensaje es lo que determina el tipo de asunto, hablante y oyente. El mensaje sería como la génesis de todo lo que constituye un poema. Los señalamientos de Ferraté, estemos o no de acuerdo con ellos, resultan de gran valor pues le otorgan al mensaje un rol protagónico que es, muchas veces, opacado por los elementos formales de la poesía. Presumiendo, pues, que un poema es también una situación comunicativa, podríamos considerar a la poeta como emisora, al lector como receptor y al mensaje como la información que nos llega a través del canal que llamamos poema. Partiendo de lo anterior, podríamos concluir que el mensaje de un poema determina el tema, así como la voz y oyente (o lector) poéticos. Por tanto, si ya tienes esta información:

  • Tema
  • Voz poética
  • Oyente poético (no se menciona, por tanto, puedes inferir con libertad quién pudiera ser)

¿Cuál sería el mensaje o información que se transmite? ¿Te parece algo exclusivo de la poeta o, en cambio, algo trascendental para quienes leen su poesía? ¿Qué validez tiene para ti?

Proyecto creativo

Analizar un poema considerándolo como un texto autónomo, como lo has hecho en este capítulo, es el primer paso para estudiar la obra de un poeta. Aunque no hay nada de malo en leer y estudiar un poema de forma aislada al resto de la obra, lo ideal sería acercarse a otros, sobre todo si son parte de un mismo poemario, para así tener un panorama más amplio de ese universo de palabras escritas. Esto, de hecho, nos confirma un aspecto que estudiarás en el último capítulo: la escritura es un proceso. En el caso de la escritura poética, puede ser que un poema no sea suficiente para explicar una idea; en cuyo caso podemos suponer que el poeta sigue explorando el mejor modo de expresarla en otro y otro y otro poema. Ese diálogo, entonces, que se produce entre todos esos textos puede también leerse y estudiarse en conjunto. Para poner esta idea en práctica, te vamos a recomendar la lectura del poema “Momentos”.

Aquí lo tienes:

Momentos

Una vez más la misma invitación: fíjate en los verbos e imágenes que se relacionan con desplazamientos. Compara estos con los verbos e imágenes vistos anteriormente. Esta comparación te puede ayudar a ver su obra en conjunto.

 

Yo, fatalista,

mirando la vida llegándose y alejándose

de mis semejantes.

 

Yo, dentro de mí misma,

siempre en espera de algo

que no acierta mi mente.

 

Yo, múltiple,

como en contradicción,

atada a un sentimiento sin orillas

que me une y me desune,

alternativamente,

al mundo.

 

Yo, universal,

bebiéndome la vida

en cada estrella desorbitada,

en cada grito estéril,

en cada sentimiento sin orillas.

 

¿Y todo para qué?

-Para seguir siendo la misma.

 

Sigue los mismos pasos que aquí has aprendido para interpretarlo y, luego, establece una conversación entre él y “Yo misma fui mi ruta”. Es decir, compáralos. Aplica todo lo estudiado hasta el momento sobre el tema, el tono y el mensaje.

 

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Desde el Caribe para el mundo: lengua y comunicación Copyright © 2024 by Carmen M. Rivera Villegas and Rocío Luque Colautti is licensed under a Creative Commons Attribution-NonCommercial 4.0 International License, except where otherwise noted.

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