Conclusión
En este breve ensayo he ofrecido una visión general de la vida y la obra de Edmond Paul. Espero haber satisfecho a los lectores que sólo querían saber un poco más sobre esta figura histórica, y haber provocado al mismo tiempo la curiosidad de otros. Para quienes decidan entrar más a fondo, espero que les sirva de referencia, y confío en que comprenderán que se trata de una síntesis preliminar, basada en un primer vistazo a mucho material. Cuento con que sus futuras investigaciones y debates contribuirán a mejorar este relato, al tiempo que ampliarán las preguntas que nos hacemos sobre Edmond Paul.
Para romper el hielo, propongo cinco direcciones en las que la investigación futura podría ser fructífera. En primer lugar, necesitamos una comprensión más contextualizada de Edmond Paul como pensador. Formaba parte de un grupo que representaba intereses específicos y a veces utilizaba la violencia; mucha gente no estaba de acuerdo con él. Aunque sus batallas políticas son bien conocidas, sería importante profundizar en sus debates intelectuales, como sus intercambios con Monfleury y Thoby, así como su respuesta a Gustave de Molinari, el defensor belga del libre comercio afincado en Francia en aquella época.130 En estas discusiones, Paul se inscribe inequívocamente en la tradición del «Otro Canon» de la economía, todavía mayoritariamente europea en aquella época, al tiempo que contribuye a ella desde una perspectiva propiamente haitiana, poscolonial y antirracista.131 Una lectura más atenta de esta dimensión sería un aporte bienvenido a la floreciente conversación contemporánea que busca revalorizar el papel de Haití en la historia intelectual transatlántica, como por ejemplo, en las respectivas obras de Marlene Daut, Chelsea Stieber y Jared Holley.132 Teniendo en cuenta que gran parte de la obra de Paul se publicó en París, y que al menos uno de sus libros fue reseñado en la Revue des économistes parisina, sería interesante reconstruir cómo y en qué medida sus ideas resonaron en Europa o a través de ella, aunque el autor se dirigiera en primer lugar a un público haitiano.
En segundo lugar, el hecho de que el New York Times recoja parte de su bibliografía,133 y que una generación posterior de exiliados haitianos se sorprendiera al encontrar libros de Edmond Paul en bibliotecas mexicanas,134 sugiere que su influencia fue significativa también en el lado haitiano del Atlántico. Sería pertinente investigar hasta qué punto se conocieron sus ideas en la región, cómo se difundieron y cómo fueron recibidas.135 También convendría prestar más atención a los acontecimientos y conversaciones regionales que pudieron influir en el pensamiento de Paul.136 Las sociedades caribeñas merecerían especial atención, dado que Edmond Paul publicó algunas de sus obras desde Jamaica, donde él y otros miembros de su partido político vivieron en diversas épocas (alternando con sus enemigos, que tal vez también leyeron y discutieron sobre su obra), mientras que otros partidarios de su ideología se dispersaron por las Bahamas, República Dominicana, Panamá, Santo Tomás y Turcas y Caicos (además de Francia).137 Además, Anténor Firmin, que secundaba plenamente las ideas económicas de Paul, estaba involucrado en la Confederación Antillana.138 Estas redes podrían ser un punto de partida interesante para ampliar el trabajo de Matthew J. Smith, que ha explorado lo que significaba la presencia haitiana en Jamaica (y viceversa) tanto para los haitianos como para los jamaiquinos de la época de Paul.139
En tercer lugar, la historia de Edmond Paul es inseparable de la historia del siglo XIX haitiano; las dos historias se iluminan mutuamente. Jean Casimir, Laurent Dubois y Johnhenry Gonzalez han sostenido que el principal acontecimiento del Haití del siglo XIX es la consolidación del «sistema de contraplantación».140 Por un lado, podríamos interpretar las propuestas de política rural de Edmond Paul como un ejemplo de la resistencia de la élite estatal a este proceso liderado por la clase campesina.141 Sin embargo, dado su interés solidario por las condiciones de vida de los campesinos,142 junto con sus argumentos con vistas a liberarlos de la explotación mediante cambios políticos que tuvieran en cuenta la interrelación de la agricultura, la industria urbana y el Estado,143 quizá Edmond Paul pueda ayudarnos, más bien, a complicar esa narrativa con una comprensión más matizada de las tensiones creativas que estaban en juego en aquella época. Si el café había sido la solución que permitió al sistema de contraplantación sobrevivir en un contexto caribeño poscolonial que exigía cierto contacto con los mercados (y ejércitos) del resto del mundo,144 Edmond Paul advirtió que esta fórmula ya no era viable en las circunstancias cambiantes, y se podría argumentar que sus propuestas pretendían, al menos en parte, renovar las condiciones de posibilidad de un campesinado soberano. En cualquier caso, el planteamiento de Edmond Paul sobre estas cuestiones difería mucho del de la mayoría de sus contemporáneos,145 y eso en sí mismo debería invitar a una lectura más pausada.
En cuarto lugar, la propuesta de política industrial de Edmond Paul, que fue aprobada por la Cámara de Diputados, podría haber marcado un punto de inflexión importante en la historia económica haitiana146 de no haber sido anulada por la oposición del Senado. Merecería la pena profundizar en el estudio de la economía política de este momento (1877-1878), prestando atención a los distintos actores implicados, los intereses que representaban, las ideas que defendían y sus relaciones entre sí.147 Esto no sólo arrojaría luz sobre un momento crucial de la historia haitiana, sino también sobre etapas posteriores, como las reformas neoliberales que comenzaron en los años 1980, cuando nuevos actores ensayaron debates centenarios.148 Otro aspecto que merece mayor atención en el programa de Edmond Paul es la tensión en la que, por un lado, promovía la industrialización, mientras que, por otro, insistía en reforzar las instituciones. A veces, este último objetivo le impedía avanzar en el primero, porque le consumía mucha energía y le granjeaba muchos enemigos. Una reflexión más profunda sobre esto podría ser relevante para los debates actuales sobre lo que un país debe hacer primero para lograr la estabilidad económica y política.149
Por último, Edmond Paul podría ayudarnos a entender el papel de las élites en la economía política de Haití en general. Su pertenencia a una familia privilegiada y a un importante partido político, combinado con su impacto como responsable político, hacen que el estudio del caso sea pertinente. Existe abundante documentación disponible, no sólo sobre las redes propias de Edmond Paul,150 sino también sobre las de su padre e incluso su abuelo paterno.151 La posibilidad de rastrear con tanto detalle las relaciones de esta eminente familia política a lo largo del siglo XIX representa una oportunidad para que los investigadores interesados en las élites amplíen el trabajo de, por ejemplo, Vertus Saint-Louis, Alex Dupuy, Michel Soukar, Brenda Gayle Plummer y Omar Ribeiro Thomaz.152
Sin duda, hay muchas más preguntas que merecería la pena plantearse sobre Edmond Paul. Ahora disponemos de un acceso sin precedentes (aunque todavía no completo) a sus textos originales, lo que debería permitir a los investigadores profundizar en algunas de estas cuestiones. La bibliografía que sigue puede servir de referencia.